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MANIFIESTO ANTI-CUERPO

Desde la inconformidad, el extrañamiento y una mirada en desviación que busca la transgresión y transformación de una arquitectura en constante migración hacia otros horizontes y su propia expansión...

Desde una cultura que conoce porque hace, cuyo capital es el saber social y la creatividad, asignadas al valor de lo que tiene ahí a la mano...

Desde la inteligencia colectiva que ha construido territorios y comunidades en red, con el objetivo de combinar los saberes populares y los conocimientos académicos para asombrar-nos, extrañar-nos y resignificar el accionar de la arquitectura contemporánea ...

Desde la pequeña escala, para estirar la sensibilidad hacia la biodiversidad de necesidades espaciales que hoy exigen la atención con nuevas disposiciones y actitudes colectivas ...

Desde el mundo visto en deslocalización hacia la relocalización...

Desde nuestra inconveniencia - y no democracia -, de un virus que nos ha recluido a vivir un tiempo accidental, desvaneciendo la solidez de la rutina, rompiendo con el hilo histórico continuado y cortando al gerundio...

Desde la resignificación de los códigos que construyen miedo, hacia códigos que construyen confianza...

Desde la construcción de la memoria a partir del testimonio del hacer...

Desde una mirada abierta, transversal, en diferencia sin perder la deferencia con el otro...

Desde el Covid-19 que nos ha sumergido en una visión in-mun(d)o-lógica del mundo que, en su resistencia al contagio, cambia las formas de habitar y percibir el mundo...

Es así como nos situamos en desplazamiento:

Ante la indiferencia de la disciplina a las realidades territoriales que ha desarrollado arquitectura como un ejercicio autoritario, que proyecta formas espaciales, pero desprecia la construcción social del espacio, la cotidianidad y, el saber popular.

Ante visiones dogmáticas que definen qué es y qué no es la disciplina, disminuyendo su hacer al punto de poner en peligro su integridad y pertinencia ante los retos sociales y ambientales contemporáneos. 

Ante las altas tecnologías de creación, impresión tridimensional y corte computarizado que buscan imponerse como solución definitiva a la producción del mundo, que solo generan dependencia tecnológica y mayor consumo de materiales.

Ante el tabú que representa reconocer los territorios autoproducidos de nuestras ciudades en su planeación, que en consecuencia conducen al desentendimiento de las realidades que siempre quedan al margen de cualquier decisión política, degenerando procesos anárquicos llevando a esos asentamientos a vivir en condiciones marginadas, precarias y carentes.

Manifestamos:

Nuestro compromiso por producir arquitecturas que surgen de la interrupción e irrupción sobre orden dominante, comprendiendo lo com-unitario, co-operativo y co-lectivo como una triada encadenada, cuya acción es una lección en colectividad para los implicados y que además, nace desde una representación im-provisada con lo que se tiene a mano para entablar un diálogo con quién se junta, construyendo cultura comunitaria, a través de una arquitectura consciente de la importancia del capital social y sus distintas formas de asociación para construir inteligencias colectivas y testimonios a partir del hacer.

Esto, apoyados en la capacidad de hacer, de relacionarnos, intercambiar ideas y potenciarlas, compartiendo conocimiento desde el confinamiento, en espacios com-partidos que permite la comunicación a la que algunos tenemos acceso. Desde lo cual, juntos ideamos una acción en conexión con otros para generar de manera colectiva, opciones que incidan en la cotidianidad de esos que siempre quedan al margen de las decisiones políticas, económicas, sociales y tecnológicas.

Es así como los ANTI-CUERPOS devienen equipamientos urbanos para la prevención del covid-19, equipamientos que trabajan desde otra escala y condición ante el contagio del covid-19. Una condición y una práctica distintas a las que se establecen desde la institucionalidad de la arquitectura, una práctica que no busca proponer equipamientos de salud como hospitales, ambulatorios, sistemas de salud de emergencia, sino que se erige como un dispositivo que desde la intimidad a la cercanía corporal se ubica ante el cuerpo. Un equipamiento que deviene del ciudadano, cuyas dinámicas son imposibles de sostener en este proceso de confinamiento adoptados sin adaptarse a nuestras condiciones de vida.

Un concepto de ANTI-CUERPO que concibe el anti- no como negación, sino como aquello que se pone delante del cuerpo, para protegerlo del contagio en su quehacer cotidiano, generándose de esta forma un anticuerpo como una vacuna antepuesta a la piel y no inyectada dentro de nuestro sistema biológico, sino como un blindaje autoproducido.

Un ANTI-CUERPO que se materializa como otra escala de equipamiento, esto es, un equipamiento portátil que va con cada uno de nosotros y que no es traje o vestimenta, que tiene lo necesario para evitar que el virus contacte con la piel y que permita la exposición visual de nuestra identidad. Una arquitectura a escala micro.

Un ANTI-CUERPO que puede ser construido con lo que se tiene a la mano, que se desarrolla fuera del sistema de capitales, que no implica gastar un peso, un euro, un dólar, ya que se origina y va destinado a esas personas que se encuentran marginadas en zonas donde es imposible poder cumplir unas medidas que, han sido adoptadas sin ninguna adaptación a una realidad colmada de carencias.

El  ANTI-CUERPO es el conocimiento común, que construye en comunidades desde la des-localización, mediante el compartir, el documentar, celebrar-nos como inteligencia colectiva en proceso, donde la arquitectura es un medio y no un objeto autoritario.

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